79 D.c., cuando las cenizas y la lava del Vesubio la sepultaron. Hasta entonces sus
habitantes no habían vivido mal.
Vida en Pompeya
En las tiendas de Pompeya se vendían perfumes orientales, telas finas, joyas,
especias de países lejanos y otras delicadezas. En sus calles no había casas bancarias,
pero sí existían dos prestamistas a los que acudían muchos comerciantes para conseguir
crédito.
La gente sencilla condenaba la avaricia y a los tipos que amasaban riquezas sin
disfrutar de ellas. Sin embargo, miraban con simpatía a los nobles que se entregaban a
los placeres carnales y exhibían sin pudor a sus queridas y favoritos.
Sobre todo, admiraban a los hombres locales que organizaban peleas de
gladiadores a sus expensas. Cuando se topaban con uno de ellos, los pompeyanos más
humildes sucumbían a su encanto. "Este edil está hecho como nosotros", se decían. “La
pasión por los combates en la arena hace la competencia al aprendizaje de la elocuencia
entre los jóvenes", se quejaba Tácito.
El entusiasmo del público con los gladiadores desembocaba muchas veces en
auténticas batallas campales, como cuando los pompeyanos se enzarzaron a puñetazos
con sus vecinos de Nuceria, una refriega que dejó algunos muertos y muchos heridos.
En el año 59, Nerón castigó a los habitantes de Pompeya con la clausura de los ludi
durante 10 años. Pero la sanción imperial quedó en suspenso.
El continuo ir y venir de inmigrantes llegados de las regiones norteafricanas
daba vida a las calles de la ciudad. En el puerto, donde llegaban productos de los lugares
más lejanos del Imperio, se hacía evidente el poder obtener dinero fácil. En Pompeya
uno podía hacer fortuna si sabía mover los hilos adecuados
La domus romana
En la fachada principal de la lujosa domus de Escauro había una pintura con
versos de Virgilio y dos carteles electorales que pedían el voto para un familiar de
Escauro. En los días previos a la erupción del Vesubio, la ciudad iba a celebrar sus
elecciones anuales para cubrir los puestos de ediles.
Afligido por la pérdida, el padre mandó construir un monumento funerario fuera
de la Puerta de Herculano. El consejo municipal asignó el terreno para el monumento y
para la colocación de una estatua ecuestre en el foro de la ciudad.
Varios esclavos servían en la mansión de los Escauro, decorada con estatuillas y
pintada de vivos colores rojizos que se combinaban con el blanco y el negro. Era una de
las pocas que tenía agua corriente y estaba dotada de un peristilo y dos atrios, en cuyas
paredes se exhibían grandes pinturas con motivos mitológicos.
Algunos esclavos sufrían en sus carnes la furia de su amo. Éste tenía la potestad
de castigar, vender, regalar o alquilar a sus esclavos. Pero no todos trataban con tanta
dureza a la servidumbre. Los nobles y los comerciantes más ricos podían permitirse el
lujo de mantener un esclavo médico, que solía ser considerado uno más del clan.
La devoción religiosa hizo que Pompeya estuviera plagada de estatuillas y
pequeños templos en honor de todo un ejército de divinidades mayores y menores,
muchas venidas de tierras lejanas.
El foro
El foro, un amplio espacio abierto con forma rectangular rodeado en tres de sus
lados por una columnata. Allí se encontraba el templo de Júpiter, Juno y Minerva, en
cuyo interior se mostraban los objetos que donaban los fieles como pago a los deseos
cumplidos. Vestido con toga, parte de la cual le cubría la cabeza, el sacerdote celebraba
los sacrificios de animales.
No sólo los dioses influían los pompeyanos. La astrología se consideraba
científica, otra cuestión era la defensa del mal de ojo.
Además de ser el centro religioso de la ciudad, el foro era el lugar donde el
duunviro iuri dicundo impartía justicia. Al lado se levantaba el edificio de los ediles,
cuyo trabajo era controlar los mercados y el transporte. En el foro se erguían multitud
de estatuas conmemorativas de la familia imperial o de ciudadanos locales de alguna
importancia.
Las mujeres pompeyanas tenían libertad y podían decidir en ciertos asuntos
domésticos: Salían de compras, podían cenar con los hombres, disponían de fortuna y
aportaban dinero para obras de beneficencia.
A pesar de esta relativa libertad, la sociedad pompeyana estaba dirigida por
hombres. El poder, el estatus y la buena suerte se expresaban a través del miembro viril.
La ciudad exhibía una sorprendente variedad de falos de todos los tamaños. Se podían
ver en las puertas de las casas, tallados en la calzada y en las entradas de muchos
negocios.
El día a día de los pompeyanos
En la vía de la Abundancia había un buen número de tabernas, donde el pueblo
llano bebía vino y comía guisos de legumbres. Los que poseían más dinero tenían la
posibilidad de degustar un delicioso cabrito al estilo parto. Otros acudían para calentar
sus alimentos (no todos tenían un horno en casa).
Una de las tabernas más populares era la de Aselina, cuyo mostrador en forma
de L daba a la calle. Una escalera conducía al piso superior, con habitaciones que
utilizaban algunas prostitutas para su trabajo.
En Pompeya había un conocido burdel, detrás de las termas Estabianas, que
tenía cinco habitaciones, cada una de ellas provista de una cama empotrada y una serie
de pinturas de contenido erótico explícito. Sus paredes mostraban multitud de grafittis
jactanciosos. La mayor parte del estilo "Fósforo estuvo aquí follando" o "Eché un buen
polvo por un denario".
Los ricos nobles evitaban el burdel y las tabernas. Estas prácticas populares eran
de mal tono, y un aristócrata estaba perdido si le pillaban bebido en una de ellas o en
compañía de una prostituta. En compensación se citaban en sus respectivas casas para
disfrutar de banquetes con vinos locales.
La política es cosa de unos pocos
Frente a ese aspecto brillante, estaba la pobreza de los campesinos y lascondiciones simplemente inhumanas de los esclavos.
En todo caso, la actividad política de quienes podían ejercer los derechos
ciudadanos era lo suficientemente intensa como para que se hayan encontrado más de
3.000 pintadas de apoyo a candidaturas políticas.
La vida pública estaba dirigida por las familias poderosas de la ciudad, familias
que situaban en torno a ellas unos amplios grupos. Es muy probable que, de los 4.000 o
5.000 pompeyanos con derecho a voto, casi todos pertenecieran a algún grupo dirigido
por un líder de opinión que decidiera el sentido de su voto.
De hecho, el número de clientes que se controlaba era una de las tres cualidades
básicas requeridas para quien quisiera entrar en política. Las otras eran las cualidades
personales, que incluían una buena formación para ser administrador, y el contar con un capital. El resultado era que la élite mantenía en sus manos las riendas de la maquinaria
social
El sexo
Aunque el amor romántico tenía poco que ver en la institución matrimonial, sí
era una fuerza poderosa para muchos ciudadanos. “La mayoría de las mujeres recién
casadas lo máximo a lo que podían aspirar era sentir algún afecto por el hombre mayor
que las había desposado, o incluso rezar por una prematura viudedad para convertirse en
una oferta atractiva de cara a unas segundas nupcias”.
Pero lo que era omnipresente en la ciudad era el erotismo y el sexo, dirigido
especialmente a los hombres. Además de las múltiples referencias de los graffiti, las
estimaciones más conservadoras hablan de que Pompeya contaba con diez burdeles.
Los precios de las prostitutas oscilaban según su edad y belleza, el aspecto del cliente y
los servicios requeridos. El escalón más bajo era el de las viejas prostitutas que
trabajaban en el cementerio. Todas las profesionales del sexo estaban obligadas a
registrarse y pagar una tasa. En aquel mundo, la virtud principal de la sexualidad era
conseguir la propia satisfacción del modo más directo posible, por lo que la violencia
sexual despertaba incluso una perversa admiración. Y lo que marcaba la masculinidad
era el papel activo, lo contrario era señal de afeminamiento.
La moral de la época estaba muy determinada por el deseo de controlar la
fertilidad de las mujeres de clase alta de la época. Quizá por eso, el adulterio de la mujer
se castigaba con penas muy severas, mientras que el del hombre era en la práctica, ya
que no legalmente, inmune a las sanciones.
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