domingo, 23 de marzo de 2014

LOS PETRIFICADOS


Las primeras excavaciones de Pompeya se llevaron a cabo en 1748 patrocinadas por el rey Carlos VII de Nápoles (que más tarde sería rey de España con el nombre de Carlos III). El objetivo era recuperar estatuas y objetos de arte para decorar el Palacio Real de Portici. Después de recuperar esculturas, pinturas o mosaicos se volvía a cubrir la zona. Pero debido al gran impacto que fueron teniendo los sensacionales hallazgos en toda Europa, se decidió no taparlos para que fueran visitados por eruditos y viajeros (entre ellos figuran Mozart o el escritor alemán Goethe).

            Pero quizás la labor más espectacular de Fiorelli fue la de obtener moldes de yeso de cuerpos humanos y de animales muertos durante la erupción, en la postura exacta en  que fallecieron.

            Habría de pasar más de un siglo desde su descubrimiento para que se realizasen las primeras excavaciones científicas: en 1860 se nombró director al arqueólogo napolitano Giuseppe Fiorelli, quien reorganizó toda el área excavada subdiviéndola en regiones, insulas y portales. Este trabajo fue de mucha utilidad porque de esta forma se ponía orden en estas inmensas ruinas y se podía localizar con exactitud cada hallazgo. Gracias a esta clasificación cada casa excavada en Pompeya se le puede identificar hoy por el número de región, de insula y de portal. Se fijó en que la ceniza de la erupción volcánica que destruyó a Pompeya presentaba extrañas cavidades. Fiorelli advirtió que éstas correspondían a los espacios ocupados, en el momento de la erupción, por los cuerpos de las víctimas y diversos objetos que, después, se habían ido convirtiendo en polvo. Luego pensó que colando yeso desleído en las cavidades se podía reproducir fielmente, hasta en sus más pequeños detalles, el aspecto de los cuerpos y cosas sepultados por la erupción.




               Vaciado en yeso de un perro - En la angustia de la huida, nadie pensó en el perro de Vesonio, que quedó atado a la cadena. Mientras caía la ardiente ceniza el pobre animal intentó liberarse por todos los medios posibles, retorciéndose para romper la cadena, que resistió  a sus esfuerzos. Las emanaciones se produjeron la muerte y permaneció para siempre junto a su puerta.



               Vaciado en yeso de una rueda - Esta rueda fue, quizá, montada en su eje con demasiada prisa y puede haber saltado mientras el vehículo intentaba abandonar la ciudad; fue tal vez obra de un artesano que la habría dejado provisionalmente a la puerta de su tienda. La madera se fue deshaciendo lentamente, y sólo quedó su huella en la lava. El vaciado en yeso, obtenido de ese molde, nos revela la técnica constructiva de los operadores pompeyanos del siglo I



 

               Vaciado en yeso de un mulatero - He aquí el vaciado de una figura humana: la de un mulatero que había buscado refugio contra la lluvia de ceniza y de casquijo de lava, acurrucándose en un rincón. El pobre hombre intentó protegerse envolviéndose en su tosca capa y tapándose la boca con un borde de ella, para defenderse de los gases mefíticos. En este vaciado no se observa el dramatismo que muestran el del perro y el de la joven: el hombre parece dormido.

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