Las primeras excavaciones de
Pompeya se llevaron a cabo en 1748 patrocinadas por el rey Carlos VII de
Nápoles (que más tarde sería rey de España con el nombre de Carlos III). El
objetivo era recuperar estatuas y objetos de arte para
decorar el Palacio Real de Portici. Después
de recuperar esculturas, pinturas o mosaicos se volvía a cubrir la zona. Pero
debido al gran impacto que fueron teniendo los sensacionales hallazgos en toda
Europa, se decidió no taparlos para que fueran visitados por eruditos y viajeros
(entre ellos figuran Mozart o el escritor alemán Goethe).
Pero
quizás la labor más espectacular de Fiorelli fue la de obtener moldes de yeso
de cuerpos humanos y de animales muertos durante la erupción, en la postura
exacta en que fallecieron.
Habría
de pasar más de un siglo desde su descubrimiento para que se realizasen las
primeras excavaciones científicas: en 1860 se nombró director al arqueólogo
napolitano Giuseppe Fiorelli, quien reorganizó toda el área excavada subdiviéndola en
regiones, insulas y portales. Este trabajo fue de mucha utilidad porque de esta forma
se ponía orden en estas inmensas ruinas y se podía localizar con exactitud cada
hallazgo. Gracias a esta clasificación cada casa excavada en Pompeya se le
puede identificar hoy por el número de región, de insula y de portal. Se fijó
en que la ceniza de la erupción volcánica que destruyó a Pompeya
presentaba extrañas cavidades. Fiorelli advirtió que éstas correspondían a los
espacios ocupados, en el momento de la erupción, por los cuerpos de las
víctimas y diversos objetos que, después, se habían ido convirtiendo en polvo.
Luego pensó que colando yeso desleído en las cavidades se podía reproducir
fielmente, hasta en sus más pequeños detalles, el aspecto de los cuerpos y
cosas sepultados por la erupción.
Vaciado en yeso de un perro - En
la angustia de la huida, nadie pensó en el perro de Vesonio, que quedó atado a
la cadena. Mientras caía la ardiente ceniza el pobre animal intentó liberarse
por todos los medios posibles, retorciéndose para romper la cadena, que
resistió a sus esfuerzos. Las
emanaciones se produjeron la muerte y permaneció para siempre junto a su
puerta.
Vaciado en yeso de una rueda -
Esta rueda fue, quizá, montada en su eje con demasiada prisa y puede haber
saltado mientras el vehículo intentaba abandonar la ciudad; fue tal vez obra de
un artesano que la habría dejado provisionalmente a la puerta de su tienda. La
madera se fue deshaciendo lentamente, y sólo quedó su huella en la lava. El
vaciado en yeso, obtenido de ese molde, nos revela la técnica constructiva de
los operadores pompeyanos del siglo I
Vaciado en yeso de un mulatero -
He aquí el vaciado de una figura humana: la de un mulatero que había buscado
refugio contra la lluvia de ceniza y de casquijo de lava, acurrucándose en un
rincón. El pobre hombre intentó protegerse envolviéndose en su tosca capa y
tapándose la boca con un borde de ella, para defenderse de los gases mefíticos.
En este vaciado no se observa el dramatismo que muestran el del perro y el de
la joven: el hombre parece dormido.
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